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Mostrando entradas de julio 5, 2009

Gran Hermano o la imbecilidad humana.

Este año hay 50.000 candidatos/as a participar en Gran Hermano. Parece ser que la crisis ha animado al personal a acudir a las pruebas para entrar en la casa de cristal con vistas a toda España. Probablemente es una cifra que no debería sorprendernos a tenor del tipo de sociedad en la que vivimos, los valores que se transmiten y los modelos vitales que propalan las televisiones. Con este panorama lo raro es que no aparezcan 500.000. La apuesta por la telebasura en sus diferentes modalidades, incluso revestida de seriedad, es general en la televisión comercial española. Vemos lo que nos dan porque la audiencia, considerada como masa, es incapaz de imponer un cambio de rumbo. Sólo la certeza empresarial de que la sal gruesa no vende nos liberará de la tiranía de lo chabacano. Tampoco podemos esperar mucho de la capacidad de discernimiento de una sociedad narcotizada por el hedonismo, en donde impera el todo vale y en la que a los jóvenes se les transmite la idea de que el esfuerzo no e

Laporta y la política

Dice el presidente del Barça que él no mezcla el deporte y la política, pero que el deporte se relaciona con la política. Lo escuché en un programa de TVE. No sé como define Laporta el hecho de que su club haga propaganda a favor de la reforma del Estatut de Catalunya en un partido de la Liga española. Claro que hace política, por ejemplo cuando en plena campaña electoral desayuna con los candidatos de determinados partidos a la presidencia de la Generalitat. Está indicándole a su masa social entre cuáles deben escoger. En todo caso, tiene razón Laporta cuando relaciona el deporte y la política, ya lo hizo Hitler en la década de los treinta o la dictadura franquista. En democracia, el fútbol, por ejemplo, sirve para hacer más llevadera la crisis o para que los políticos distribuyan circo a las masas de parados o futuros desempleados. Se hace política cuando se pretende potenciar el sentimiento nacional, de cualquier nación, sobre la base de los triunfos de un ciudadano o de una selecci

Tertulias de taberna

Cada vez es más divertido escuchar algunas de las tertulias que proliferan en la radio española. A veces parecen más un monólogo a favor o en contra del Gobierno. Los tertulianos sólo están obsesivamente preocupados por lo que pasa en los cenáculos de Madrid, saben de todo y cuando quieren reforzar sus argumentos suelen apoyarse en el calificativo grueso. Recuerdo que cuando estudié Ciencias de la Información me explicaron los fundamentos del periodismo de opinión; claro que eso fue antes de que las tertulias se convirtieran en un diálogo de sordos y la radio se convirtiera en un campo de batalla político-económico. La tipología de tertulianos es variopinta: los hay siempre favorables o contrarios al gobierno de turno, especialistas en cualquier tema, prepotentes, faltones, pretendidamente ecuánimes y, éstos son los más peligrosos, los que emiten juicios de intenciones con carácter preventivo. A esta clase pertenece una periodista que escuché esta mañana en una emisora. Advertía de qu

Camps, el juez y Rajoy

El presidente de la Comunidad Valenciana tiene un problema. Camps debe demostrar que él se paga sus trajes. Si no convence al juez se irá para casa por cohecho y dejará en muy mal lugar a Mariano Rajoy. La estrategia del PP en el llamado caso Gürtel revela los vicios de una clase política que aplica pautas de comportamiento distintas a las que rigen para el común de los mortales. Un político no es inocente mientras no se demuestre lo contrario, es siempre culpable y lo que debe hacer es probar su inocencia. Así lo han querido los partidos, que han fabricado sus propios baremos, de tal manera que en cuanto los cargos electos son citados por la justicia se les demanda la renuncia al puesto. Esta tolerancia cero funciona bien cuando se aplica a cargos de medio pelo o prescindibles, tipo concejales, alcaldes de poblaciones medianas o pequeñas y diputados de la masa anónima. Cuando el peligro judicial se cierne sobre un peso pesado, la cosa cambia. Y si no, que se le digan a Francisco Camp